viernes, 22 de mayo de 2020

Hechos nuevos, política vieja El Correo 20.08.20 Opinión José María Ruiz Soroa

“Mostrar el drama humano y ético que nos hemos visto obligados a consentir para nuestra salvación es lo menos que les debemos a los viejos de las residencias”

Es en la segunda parte del artículo donde hace referencia al subtítulo supra:

Y sin embargo, en el seno de esta sociedad española que de nuevo se entrega  entusiasmada a lo viejo, han ocurrido realmente hechos nuevos, algunos tan terribles que merecerían un poco de atención y reflexión seria. Han ocurrido ante nuestros ojos y, sin embargo, ya parece que nunca tuvieron lugar. Me refiero a la muerte de miles de viejos en las residencias, muertos en abandono y soledad en el confín de de su dormitorio y su cama anónimos. Una mortandad de la que todavía hoy las autoridades ocultan su alcance y sus circunstancias. Y, sobre todo,  que camuflan sus causas mediante el sistema de aplicarles los esquemas de la política vieja.

Camuflar lo sucedido es hablar del mercantilismo, del privatismo o de los fondos buitre como propietarios de las residencias Unos propietarios malvados que habrían provocado o tolerado el contagio y la muerte de los ancianos residentes. O sugerir la conexión entre propiedad y muerte. Camuflar la mortandad es señalar que en las residencias no había medios adecuados para proteger u tratar al personal o a los viejos. Pues, ¿cómo iba  a haberlo? ¿Es que las residencias eran hospitales, donde por cierto tampoco había medios de protección? Camuflar el sacrificio,  porque eso es lo que fue, un sacrificio, es no querer reconocer que la burocracias sanitaria, estatal y autonómica, fue la que decidió mantener aisladas las residencias y no permitir que sus viejos infectados fueran ingresados, no permitir tampoco que los familiares los sacaran de allí. Camuflar lo sucedido, es no reconocer que si los hospitales españoles no  han colapsado ello se debe a que  miles de viejos se han muerto púdicamente en sus cuartos de la residencia sin acudir a rebosar los hospitales. Tampoco tenían elección, es cierto pero es como para reconocer su muerte como lo fue, un sacrificio por los demás.

Camuflar lo nuevo sucedido es no hablar sin tapujos de esas decisiones burocráticas que no dieron a los viejos de las residencias ni siquiera la oportunidad de que su caso fuera juzgado por el comité médico–ético de turno. Camuflar es no sacarlas a la luz para poder enjuiciarlas públicamente. Porque lo terrible del caso es que muy posiblemente fueron decisiones correctas y obligadas, pues había que salvar la sanidad ante todo. Pero mostrar lo terrible de lo sucedido, el drama humano y ético que nos hemos visto obligados a consentir para nuestra salvación, es lo menos que les debemos a los viejos de la residencias. Es un hecho nuevo, sin precedentes en nuestra historia, que requiere una reflexión abierta y limpia sin los trampantojos de la política vieja. ¿Será posible?