viernes, 29 de enero de 2021

 El Temporal

ITO (el Inmaduro Tercer Oficial) ya llevaba cinco años navegando y estaba un poco decepcionado.

Había oído hablar de temporales pero a veces llegaba a dudar de que realmente existieran.

Había  experimentado grandes balances con mar atravesada a lo largo de la costa de Chile, se había mareado en el mar de Irlanda y se había asustado un poco, sólo un poco, en el golfo de México.

Donde menos esperaba llevarse un susto era en la navegación doméstica, en las costas españolas y en un barco que, aunque remozado y maqueado varias veces, parecía una pieza de museo.

Así que no dio demasiada importancia a que el capitán adelantase la salida de Cádiz para iniciar el viaje a Ferrol alegando que se avecinaba una borrasca y que era preferible esquivarla adelantándose a ella.

Las primeras horas de la travesía transcurrieron sin problemas.

El barco iba en lastre y el motivo del viaje era entrar a reparar en la factoría de Astano en Ferrol.

A las 2400 horas, ITO entregó la guardia al 2º Oficial tras haber dejado atrás el cabo San Vicente y haber puesto rumbo a Farilhoes. Varias horas más tarde despertó notando que los balances eran más pronunciados que los que jamás había experimentado hasta entonces.

Se levantó antes de que le llamasen para entrar de guardia.

El oficio estaba desierto y desayunó como pudo.

Intentando no caerse, llegó al puente y lo encontró más concurrido que de costumbre. Estaban el capitán y cuatro personas más.

El capitán, a partir de las demoras de radar que le facilitaba el primer oficial intentaba hallar una solución de compromiso que combinase por un lado el abatimiento hacia la costa, cada vez más próxima y por otro evitar el isocronismo con la mar de SW.

Superar el tramo de costa comprendido entre Finisterre y cabo Villano llevó interminables horas de incertidumbre.

Nunca había pasado tan cerca de esa costa y cuando el cabo Villano quedó atrás vio que su aspecto era horrible.

Los que no estaban de guardia abandonaron el puente. La sensación de alivio fue muy breve. El estado de la mar no dejaba de empeorar.

Entonces ITO fue consciente de que durante años, había estudiado y se había esforzado para llegar precisamente a la situación en que ahora se encontraba y estaba aterrado.

Poco a poco el miedo dio paso a un estado de profunda tristeza.

Por suerte, el capitán le ordenó recoger los libros derroteros y demás publicaciones que cubrían el suelo del cuarto de derrota en increíble desorden. Eso mantuvo su mente ocupada durante unos minutos.

El  timonel, callado y sin expresar ninguna emoción  se concentraba en llevar el rumbo.

El capitán, que no perdía ojo a los trenes de olas, ordenaba periódicamente  sujetarse firme cuando anticipaba un periodo de isocronismo.

Se producían unos balances tan pronunciados que se perdía el sentido de la verticalidad.

El mar estaba blanco. Donde no había espuma, esta se trasparentaba desde la profundidad.

 Así siguió durante horas hasta que resultó evidente que su estado ya no empeoraba y de que el viento comenzaba a perder intensidad.

Poco a poco el temporal iba amainando y el puente volvió a llenarse de gente. Las caras, antes serias, mostraban alivio. Tras la relativa calma se esperaba, en cualquier momento, un empeoramiento del temporal con viento y mar de NW, pero el barco pudo llegar antes a Ferrol.

ITO siguió navegando hasta agotar su vida laboral.

Frecuentó la costa de Finisterre y el Cantábrico durante diez años consecutivos.

Hubo más temporales, pero el que ocupa estas líneas fue para siempre, en su memoria,  “El Temporal”.